El cielo es real

Hace ahora algunas semanas, una noche con cervezas de por medio, cuatro amigos nos pusimos a hablar sobre lo divino y lo humano. Y una amiga, con la ironía propia del incrédulo, dijo que no podíamos saber nada de la otra vida puesto que nadie había vuelto para contarnos nada. Pero como no era cierto, se lo hice saber. Ella repetía una creencia popular como si fuera científica y la daba por hecho sin saber de lo que hablaba. En realidad, le dije, la historia de los santos está llena  de personas que han visitado el cielo e incluso el infierno. ¿Por qué desconfiar de cientos de testimonios personales cuando además contarlo les ha costado en muchos casos el desprecio del mundo?... Este libro narra otro testimonio increíble, entrañable y maravilloso. Y además reciente. Es la historia de Colton Brupo, un niño que estuvo en el cielo con cuatro años, y que me mantuvo en vela toda una noche, fascinado por las cosas que vivió esta criatura cuando a tierna edad estuvo a punto de morir. Cuando su caso empezó a divulgarse y finalmente la familia aceptó escribir un libro, Colton manifestó que por encima de todo lo demás, una cosa debía estar muy clara. Que el cielo es real.

El cielo es real es un libro sencillo, limpio, para todas las edades y cualquier nivel de cultura o educación. No son necesarios conocimientos teológicos, ni ninguna sabiduría específica. Tan sólo hace falta un corazón abierto.

El padre de la familia Burpo, Todd, que relata a la escritora los hechos, demuestra que no se avergüenza de nada, que no tiene complejos. Y con toda la naturalidad del mundo manifiesta en las últimas páginas:

«Vivimos en una época en la que las personas cuestionan la existencia de Dios. Como pastor, siempre me sentí cómodo hablando de mi fe, pero ahora hablo, además, de lo que le sucedió a mi hijo. Es verdad y la cuento, y no debo disculparme con nadie por hacerlo.»  

Colton Burpo tenía cuatro años cuando fue operado de urgencias de apendicitis. Meses más tarde, comenzó a hablar de aquellas breves horas en que se encontró entre la vida y la muerte. En 2003, durante un viaje familiar, Colton empezó a explicar que unos ángeles lo habían visitado en el quirófano. Todd no podía dar crédito a lo que oía, pero lo animó a seguir. El pequeño afirmó entonces que mientras lo operaban vio a sus padres aguardando desconsolados en la sala de espera. Esto no era más que el principio. Durante los años siguientes les fue dando detalles de su breve estancia en el cielo y de las personas que allí conoció, como su bisabuelo Pop, muerto desde hacía más de treinta años, o su hermana, a la que su madre perdió en el segundo mes de embarazo. En la actualidad Colton tiene once años, pero todavía recuerda aquel cielo en el que abundan los colores, las personas y los animales. Su historia nos ofrece un mensaje esperanzador que ha conmovido a millones de lectores en todo el mundo.

Así se expresa la editorial que anunció al mundo este preciosa historia. Pero El cielo es real tiene más momentos memorables de los que en este reclamo literario apenas se esbozan dos o tres. Yo lo pasé mal al principio mientras leía, por el dolor de una criatura tan pequeña, y por la angustia de sus padres. Después me enamoré del pequeño. Y algunas de sus cosas me sobrecogieron. Las he contado a unos y a otros y en algunas partes de mi confesión se me siguen poniendo los pelos de punta. Que el niño se preocupara de un muerto esperando a ser enterrado y quisiera saber si ese hombre llevaba a Jesús en su corazón antes de morir; que preguntara a su padre por qué unas personas llevan luces encima de la cabeza y otras no; que dijera haber visto también a Satanás y fuera de lo único a lo que se negaba a hablar... Tantas y tantas cosas que me dejaron gratamente encandilado.

Todo esto es verdad. Así lo creo. En cualquier caso, después de lo que sé de Jesús, y tras algunas revelaciones de Colton confirmando lo que sabemos por las Escrituras acerca de Él, yo también haría sin ninguna duda como dijo Dostoievski: Si alguien probara que Cristo y la verdad no son lo mismo, prefiero permanecer con Cristo que permanecer en la  verdad. 


Publiqué este mismo artículo en La cueva de los libros el 13 de marzo de 2013.